sábado, 15 de febrero de 2014

Hablar solos de Neuman

A lo largo de la historia de la literatura no ha habido época en la que no se tratara el tema de la muerte. Conocemos muertes literarias tan célebres como la de Áyax, Héctor, Dido, entre otro centenar más. Asimismo muchos autores se ocuparon del tema de la enfermedad. En cambio no recuerdo que antes de Andrés Neuman alguien hubiera hablado no del enfermo que ya de por sí es tema interesante y muy explotable a nivel literario, sino del cuidador de enfermos, esas personas que acompañan a la persona enferma en su desgracia, le dan cariño, calor, conversación, apoyo y ayuda. Le ofrecen su tiempo y sufren con ellos tanto o más incluso. 

En Hablar solos, Neuman hace un análisis de esta situación y lo hace con la mayor naturalidad posible. El protagonista, enfermo de cáncer, desea realizar una última hazaña antes de morir: viajar en su camión con su hijo, realizar una última entrega y compartir la experiencia con su retoño, del mismo modo que su padre le mostró el mundo del camión a él, como una tradición necesaria. Mientras esto ocurre, la mujer del prota se queda en casa con la preocupación. En un principio sufriendo, luego intentando recuperar su vena literaria a través de varias lecturas y cayendo en los entresijos de la infidelidad y la mala consciencia.Todo ello al mismo tiempo que el niño descubre el mundo a su manera y se burla de lo nefastos que son sus padres para las tecnologías. Los tres hablan solos. Los capítulos se alternan según cada persona habla para sí misma. Así nosotros penetramos en sus sensaciones de manera efectiva y llegamos a sentirnos como un hombre con cáncer que lucha por ocultarlo al hijo, una mujer con ansias de vivir y un niño que se cree con poderes. 

El recurso literario de la introspección múltiple ha sido elegida y utilizada con éxito en esta pequeña historia. No podría imaginarla de otro modo. Fracasaría una narración contada desde una sola perspectiva y desde fuera. Sin embargo, en este caso, donde se busca la máxima interacción del lector con los personajes, va Andrés y nos introduce en los ojos de cada uno de ellos y nos hace pensar como ellos y entender cada una de sus razones, el por qué de sus actos. Uno acaba la historia con el sentimiento de tristeza, alegría, distancia, incredulidad... y roza el límite de la locura lectora, de querer empezar el libro de nuevo, de no perder detalle, de sacar el lápiz de color para subrayar tanta buena frase, tanta reflexión, tanta verdad sobre la muerte, la vida, el placer, la desgracia, la inocencia. Yo estuve a punto y no lo hice, pero acabaré haciéndolo, porque desde que leí el libro no soy capaz de sacarme la espina que se me hincó con el punto final. 

La historia de Lito, Elena y Mario nos cala y se nos mete en los huesos irremediablemente. Yo me perderé de nuevo en la voz de sus consciencias. Os aconsejo que también lo hagáis, porque con ello entrareis en un mundo lleno de sabiduría humana, capacidad para hacer frente a la muerte. Hablemos solos, mientras hablamos a través de ellos. Eso es algo que nadie puede quitarte, la voz interna.