jueves, 2 de enero de 2014

Somos palabras


En estos tiempos oscuros, donde la libertad corre de la mano de la justicia en un país proxeneta que las explota hasta protituir por completo su significado, queremos abrir este espacio como un altar pagano de redención. Un ágora virtual en cuyo centro queremos enarbolar la bandera de la palabra en todas sus representaciones. Porque, al fin y al cabo, somos palabras.
Desde antes de nacer la palabra ya está latente en nosotros, somos porque otros nos nombran. Nacemos al lenguaje, es decir, nacemos al deseo de otro que pone palabras en nuestros gritos, en nuestros silencios, en nuestros gestos, nos traducen y nos convierten en palabra. Y a nuestro alrededor todo habla, el mundo existe porque podemos nombrarlo. Así pues, podemos afirmar que la existencia pasa por el lenguaje y que vivir es sabérselas hacer con el lenguaje. Sin palabras, el mundo carece de conciencia y sin palabras caemos en la indefensión. Porque la palabra es poder. Las palabras pueden hacer prender el fuego en la mente de los hombres, la palabra mata, hiere y te deja frío. Hubo guerras provocadas por palabras de más e historias de amor que no fueron por palabras de menos. La palabra manipula, da esperanza, esclaviza e incluso emociona. Ha sido perseguida, quemada, olvidada y usada como arma. La clandestinidad le pertenece, y también el silencio, ese lugar que no existe y que nos es negado puesto que los pilares que lo sostiene son las palabras.
Pero la palabra por sí sola no significa nada, necesita de actores que le insuflen vida, demiurgos que completen su existencia, combinadores que la transformen en literatura, ensayo, teatro, poesía, y ávidos letrofilófagos que la hagan existir. Y ahí es donde estamos nosotros, amantes de las palabras y voraces verdugos. Amamos todas y cada una de sus combinaciones y representaciones en igual medida que las devoramos. Saboreamos su sonido, degustamos su representación y devoramos su alma al igual que una mantis religiosa ya saciada devora la cabeza del cándido amante. Pero no somos dados a la bulimia y no amamos la palabra por la palabra, amamos la palabra por lo que somos en ella y por lo que es capaz de lograr. Amamos la palabra porque nos hace libres, porque es el material con el que construimos nuestros sueños y con el que fabricamos la eternidad. Como bien refleja Daniel Pennac en su novela Comme un roman, «el hombre escribe porque se sabe mortal» y en la palabra haya lo eterno.
Nosotros no somos tan ambiciosos, además, hoy en día la eternidad está sobrevalorada, como tantas otras palabras que no deberían ser usadas para no acabar prostituyéndolas. Lo que pretendemos es crear un mar de ideas, de opiniones libres y sensaciones en el que levar anclas, desplegar velas y navegar llevados por los vientos de otras letras. Un espacio de análisis crítico sobre aquellas letras que nos han emocionado, sublevado, sorprendido, en definitiva, que nos han hecho vivir. Así pues, aquí comienza la travesía de nuestra nave. Observen bien la proa, bien se diría que al igual que Argo, ha sido dotada con el don del habla. Avancemos pues, la segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer. Y que los sueños nos sean favorables.

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