En estos tiempos oscuros,
donde la libertad corre de la mano de la justicia en un país proxeneta que las
explota hasta protituir por completo su significado, queremos abrir este
espacio como un altar pagano de redención. Un ágora virtual en cuyo centro
queremos enarbolar la bandera de la palabra en todas sus representaciones. Porque,
al fin y al cabo, somos palabras.
Desde
antes de nacer la palabra ya está latente en nosotros, somos porque otros nos
nombran. Nacemos al lenguaje, es decir, nacemos al deseo de otro que pone
palabras en nuestros gritos, en nuestros silencios, en nuestros gestos, nos
traducen y nos convierten en palabra. Y a nuestro alrededor todo habla, el
mundo existe porque podemos nombrarlo. Así pues, podemos afirmar que la
existencia pasa por el lenguaje y que vivir es sabérselas hacer con el
lenguaje. Sin palabras, el mundo carece de conciencia y sin palabras caemos en
la indefensión. Porque la palabra es poder. Las palabras pueden hacer prender el fuego en la mente de los hombres, la
palabra mata, hiere y te deja frío. Hubo guerras provocadas por palabras de más
e historias de amor que no fueron por palabras de menos. La palabra manipula,
da esperanza, esclaviza e incluso emociona. Ha sido perseguida, quemada,
olvidada y usada como arma. La clandestinidad le pertenece, y también el
silencio, ese lugar que no existe y que nos es negado puesto que los pilares
que lo sostiene son las palabras.
Pero la
palabra por sí sola no significa nada, necesita de actores que le insuflen
vida, demiurgos que completen su existencia, combinadores que la transformen en
literatura, ensayo, teatro, poesía, y ávidos letrofilófagos que la hagan
existir. Y ahí es donde estamos nosotros, amantes de las palabras y voraces
verdugos. Amamos todas y cada una de sus combinaciones y representaciones en igual
medida que las devoramos. Saboreamos su sonido, degustamos su representación y
devoramos su alma al igual que una mantis religiosa ya saciada devora la cabeza
del cándido amante. Pero no somos dados a la bulimia y no amamos la palabra por
la palabra, amamos la palabra por lo que somos en ella y por lo que es capaz de
lograr. Amamos la palabra porque nos hace libres, porque es el material con el
que construimos nuestros sueños y con el que fabricamos la eternidad. Como bien
refleja Daniel Pennac en su novela Comme un roman, «el hombre escribe porque se sabe mortal» y en la palabra haya lo
eterno.
Nosotros
no somos tan ambiciosos, además, hoy en día la eternidad está sobrevalorada,
como tantas otras palabras que no deberían ser usadas para no acabar
prostituyéndolas. Lo que pretendemos es crear un mar de ideas, de opiniones
libres y sensaciones en el que levar anclas, desplegar velas y navegar llevados
por los vientos de otras letras. Un espacio de análisis crítico sobre aquellas
letras que nos han emocionado, sublevado, sorprendido, en definitiva, que nos
han hecho vivir. Así pues, aquí comienza la travesía de nuestra nave. Observen
bien la proa, bien se diría que al igual que Argo, ha sido dotada con el don del
habla. Avancemos pues, la segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el
amanecer. Y que los sueños nos sean favorables.
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