viernes, 31 de octubre de 2014

Sangran letras

¡PI, PI, PI, PI, PI, PI!

Otra vez ese estridente despertador anunciando el comienzo de otro día execrable. Las siete de la mañana. Hoy sin falta tengo que enviar las fotos a la agencia o ya me puedo despedir de más encargos, aún no he terminado de redactar el artículo para El Vigía Moderno y el plazo acaba mañana, tengo que comprar pienso para Gringo, a ver de dónde saco hoy tiempo para llevarlo al parque, la tinta de la impresora también está ya en las últimas.

¡PI, PI, PI, PI!

¡Madre mía, sí! ¡Ya te he oído la primera vez! A ver si llego... Eso me pasa por poner ese cacharro infernal en la otra punta de la mesita, totalmente fuera de mi alcance. Por otro lado, de no ser así, ni con agua caliente me sacaban de la cama. Bueno, organización. La radio, una ducha, un buen desayuno y a pasar el día delante del ordenador, es la condena del freelance. Y, con todo, ya me puedo dar con un canto en los dientes porque mira Manuel, con todo lo que había invertido en poner en marcha el negocio

y claros en el resto de España. Pero no se apuren porque pronto diremos adiós a este verano tardío...

No, el tiempo no, ni noticias, quiero música, no quiero oír hablar más de veroños, de corrupción, de Nicolases, de referéndum, de ébola... Música, algo que no me ponga de mala uva nada más levantarme.

...miles de jóvenes a través de las redes sociales en las principales ciudades españolas para celebrar hoy 31 de octubre la marcha zombi. Así pues, halloween...

¡Mierda! 31, halloween, mañana es el día de los santos y no le he comprado las flores a papá. A mí sí que se me ha ido el santo al cielo. ¡Mierda, mierda! Nada, habrá que apurar, porque sin flores en el nicho no se puede quedar. ¡Vaya campanada que daría! Aunque por otro lado, así la Angelitas tendría algo que criticar, como le gusta poco darle a la sin hueso con ese corrillo de viejas metomentodo... No, ni hablar. De ninguna manera. Voy a dejar de jugar ya con el dial de la radio y pongo el Spotify, así acabamos antes. La playlist mañanera en el móvil y a la ducha...

With the ligths out, it's less dangerous, Here we are now; entertain us. I feel stupid and contagious, Here we are now; entertain us... ¡Guau, guau!

¡Hola, chico! Buenos días, al menos para ti, porque el mío no se presenta muy agradable. A ver, grandullón, quita de encima, deja que me levante de la cama. No, los calcetines, no. Ven, toma, vamos a desayunar. Siéntate. Muy bien, aquí tienes.

¡Guau, guau!

Cada día está peor el tráfico. Mira, esa es una de las ventajas de ser freelance y trabajar en casa. Nada de atascos, nada de semáforos, nada de ruidos de claxon, de gente que pierde los nervios a insultos que vuelan a través de las ventanillas y retrovisores. Uf, cómo está todo, odio este frenético ir y venir de gente en vísperas de algún festivo. Parecen hormigas errantes con sobredosis en busca del último terrón de azúcar del capitalismo. Porque es lo que hay, esa es la máxima que nos dirige, el capitalismo. Si no hay más que mirar los escaparates... Halloween, vaya invento... Que sí, que si te paras a pensarlo detenidamente, no es técnicamente una fiesta norteamericana, su origen está en los antiguos celtas y la celebración del solsticio de Invierno y el final de la cosecha. Pero estos norteamericanos se apropian de todo, y el resto del mundo baila a su son como palomillas acercándose a la radiación, es innegable. ¡Qué barbaridad! Mires a donde mires todo igual. Vitrinas cubiertas con telaraña falsa, calabazas en los escaparates, ofertas en disfraces de temática de terror y no quiero ni pensar en el precio de las flores hoy, eso sí que me va a dar terror. Pero, ¡qué veo! Parece que halloween no ha pasado por aquí. ¿Desde cuándo está esta tienda abierta? Rliquias. El que le puso el nombre se quedó en la gloria... Esta modita horrible que se está expandiendo como un virus de escribir mal a conciencia, como si borrar letras de una palabra la hiciese más exótica, qué estupidez. Pero...

—Caballero, disculpe, ¿me deja espacio para pasar con el carrito?

Uff, me he quedado plantado como un pasmarote en medio de la calle mirando el escaparate. Pero una cosa así no se ve todos los días, es el mismo modelo que usaba papá. Sí, ya sé que las hay más antiguas y que su valor real no es muy elevado, pero para mí tiene un valor simbólico y sentimental impagable. ¿Sonará igual que la de papá? Aún recuerdo como me pasaba el día jugando a pata palo, subiendo y bajando por las escaleras que llevaban al desván a la pata coja siguiendo el ritmo de las teclas de su irrefrenable Olympia. La que me cayó aquel día. Papá había implantado su despacho arriba del todo, allí en el desván. Ese día estaba muy nervioso, no sé por qué, y el martilleo de la Olympia castigando el papel era frenético. Papá ya me había reñido por el ruido que hacía jugando en la escalera. Pero yo quería bailar al paso de su Olympia, arriba, abajo, arriba, abajo, una cacería en la que yo me soñé cazador y resulté ser la presa. En uno de los compases, marqué mal el pie y la melodía se derrumbó conmigo escaleras abajo. Acabé con una pierna rota y un chichón en la cabeza, pero lo que más me dolió fue la dura y fría mirada de papá. No me dirigió la palabra. Hasta que ocurrió lo que ocurrió. Tal vez ese fuese el preludio de lo que pasaría. Pobre papá. Tengo que hacerme con ella. Pero primero las flores, las cosas tienen su justo orden y hay que hacerlas bien. A ver qué pellizco se me va en los arreglos florales y luego le echaremos un vistazo a esta maravilla.

—Gracias y vuelva cuando quiera. Y que las musas le sean propicias.

¡Ya es mía! Y qué ganga, no me lo puedo explicar. Lo de las flores sí, un atraco en toda regla. El mismo encargo en otra fecha costaría la mitad, pero es culpa mía. Dejar todo para el último momento tiene sus consecuencias. De todas formas, no nos vamos a poner remilgados a estas alturas, una vez al año no hace tanto daño. No quería coger el coche pero estoy pensando que antes de meterme en casa definitivamente, voy a llevar estas flores y ya lo dejo todo hecho. Pongo la Olympia en el maletero y luego la subo a casa. La Olympia... aún no me lo creo, parecía como si la dueña de la tienda estuviese deseando deshacerse de ella porque el precio más reducido no podía ser. Mejor para mí. Es como tener un trocito de papá de nuevo en casa. Aunque a última hora la duda casi me juega una mala pasada, me han venido a la cabeza todas las sesiones con el terapeuta después de lo que pasó y a punto he estado de dejarla allí. Y es que la mente de los niños es un torbellino y allí todo es posible, incluso las cosas más absurdas. Recuerdo que, después de aquella caída de papá por las escaleras que desembocó en traumatismo craneoencefálico y su posterior fallecimiento, volqué toda mi frustración, mi apatía, mi ira, en aquella máquina de escribir. Hasta el punto de culparla de la caída de papá, vaya sandez. Tuvimos que deshacernos de ella, no podía vivir en aquella casa sabiendo que en esa habitación, justo en la cima de la escalera, estaba la Olympia, y mi padre ya no la haría funcionar nunca más. Por las noches, el martilleo de las teclas sobre el papel invadía mis pesadillas y despertaba bañado en sudor y gritando como un poseso. Sin embargo ahora, desde la visión de un adulto, todo se ve diferente. No sabía que la echaba tanto de menos. Qué rápido he llegado al camposanto. El tiempo parece discurrir a otro ritmo cuando tus pensamientos andan ensimismados en sucesos del pasado. Bueno, una visita rápida para dejar las flores y a casa. Aún me está esperando la hoja en blanco para el artículo de El Vígia, qué desidia...

—¡Tres euros, anda, María, mira que baratos los traigo! ¡El ramito de claveles tres euros!

Ya hasta los cementerios se convierten en mercadillos. Si te paras a pensar, esto de dedicarse a oficios de la otra vida es un campo laboral digno de explorar, porque vaya si sale caro morirse. Entre lo que le pagas al seguro todos los años, que si el impuesto al ayuntamiento por la propiedad del nicho, que si las coronas de flores, el día de los santos que pareciera que las flores son de oro... A veces pienso que algunos de estos comerciantes del más allá se aprovechan de la pena de los familiares para vender productos a precio de lujo. Porque vaya si estaba caro el farolillo que había en la tienda de al lado del cementerio, justo donde tenía el coche aparcado. Es imposible que la elaboración de un producto así resulte tan cara como para tener que venderlo a ese precio. Y al final para qué... Si el que está ahí dentro ya ni siente ni padece, lo mismo le da tener flores, tener farolillos de oro en la lápida que una vela de los chinos. Ante la muerte todos somos iguales, muertos. Y ya los de este lado, nada podemos hacer. Por eso el tiempo, que es tan hijo de puta, nos deja toda una vida por delante, para poder hacer en ella lo que tengamos que hacer, regalar flores, hablar con franqueza, querer de verdad, visitar más a nuestro seres queridos, porque después en la muerte, todo eso ya no cuenta. ¿Dónde habré metido las llaves? Aquí están.

¡Guau, guau!

¡Grandullón! ¿Me has echado de menos? No, quieto, abajo, hazte a un lado que esto pesa, Gringo. Aparta, chico. Mira que preciosidad traigo. Sí, no me lamas, espera que lo abra. ¿Qué me traes, la pelota? Toma, ve a buscarla. A ver si así me deja tranquilo un rato. Vamos a sacar del maletín esta monada. Sí, es perfecta. Y está perfectamente engrasada. Las teclas vuelan. Creo que voy a estrenarla escribiendo el artículo para El Vigía Moderno aquí, aunque luego tenga que digitalizarlo. Ya tengo hasta el título pensado. Tal vez esto de cambiar de método de escritura estimule mi imaginación y consigamos que las musas vengan a susurrarnos detrás de la oreja más a menudo de lo que lo hacen. Unos folios. A ver, supongo que esto será para marcar los márgenes y esto otro, para enderezar el folio, así, perfecto. Hoja en blanco preparada. Voy a preparar un té antes de sumergirme en plena faena.

¡¡Grrrrrrr, grrrrrrr!! Tac, tac, tac, tac, tac, tac... ¡¡Grrrrrrr, grrrrrrr!! ¡¡Guau!!

Gringo, ¿qué pasa? ¿Dónde estás? Ah, estás aquí. ¿A qué le gruñes? No, quieto, tranquilo. Vale. ¿No ves que no es más que una máquina de escribir? Ven, mira. No es nada. Tranquilo. Ven, vamos a acercarnos. Así, espera, ven, te voy a enseñar cómo funciona para que te familiarices con el ruido. Siéntate. Pero... ¿Qué? NO PUEDE SER...


Te llevaré conmigo igual que me llevé a tu padre.


With the ligths out, it's less dangerous, Here we are now...



¿FIN?






Feliz Halloween



Que vuele el terror y la muerte sea por una noche algo divertido,
que los muertos sean vivos y los vivos, muertos,
así no habrá fronteras entre El Más Acá y El Más Allá,
porque desde el blog os deseamos un feliz día,
donde las velas os guíen y las palabras surjan de repente,
para que escribáis siempre y que resucitéis a los que ya no viven
con recuerdos, con historias.

Feliz Halloween.


jueves, 30 de octubre de 2014

El chico de apple

Cuando cae la noche despiertan los muertos o eso dicen. Nunca presté atención a semejantes bobadas, hasta que ocurrió lo que no debía haber ocurrido jamás. 

Hace poco tiempo se me rompió el ordenador y decidí por razones obvias comprarme uno nuevo. Lo cierto es que adquirir cualquier objeto nuevo, que suponga un gasto importante de dinero, merece su cierta reflexión. Estuve barajando muchas opciones y al final no pude resistirme al encanto de los ordenadores de la manzanita. Marc me dijo: "Compra un mac y habrás triunfado." Y así fue, triunfé. Lo que no esperaba en absoluto era que aquello me iba a deparar extrañas situaciones. Las manzanas desde siempre han sido relacionadas con lo malo. 

Todo iba bien hasta que llegó la noche de Halloween. Entonces sucedió algo raro. Aquella noche estaba un poco estresado porque tenía que entregar un importante trabajo para la universidad y, por alguna razón, no conseguía concentrarme del todo, así que decidí salir a dar un paseo. Antes de salir, me metí en el bolsillo caramelos, necesarios para no sufrir un alud de huevos podridos, ya sabéis, el famoso ¿truco o trato? Siempre me han sentado muy bien las largas caminatas solitarias. No sé si es el aire fresco que da alas a las ideas muertas o si es el simple hecho de que dejo de pensar en todo, lo que me permite luego avanzar a una velocidad de trueno. La cuestión es que esa noche el paseo no fue todo lo sensacional que esperaba. Las calles estaban llenas de huevos podridos, caramelos, gente disfrazada... Había todo lo que uno puede imaginar una noche de halloween. Absorto en mis pensamientos, iba yo por la ribera cuando algo me sorprendió.

¿Un niño con una manzana iluminada?

Os preguntaréis qué tiene de especial eso. Me resultó raro. El niño llevaba una máscara de muerto y una gabardina como las que llevan los detectives en las películas antiguas. Y con ese atuendo sucio y repleto de telarañas lo suyo y lo normal habría sido que en la mano llevara un cuchillo falso, excelente imitación de uno de carnicero, y una calabaza con su respectiva vela. 

Pero no. No tenía ni falso cuchillo ni calabaza. Llevaba un móvil en una mano y en la otra, una manzana brillante, que tenía ojos triangulares diminutos y una pequeña sonrisa un tanto terrorífica. 

Aquella imagen inusual me sacó de mis ensimismamientos y me vi arrastrado a acercarme al muchacho. 

- Hola, chaval. ¿Quieres unos caramelos? 

El niño enmascarado se detuvo, me miró directo a los ojos y un escalofrío me recorrió por completo. Aquella mirada me pareció extraña. No había brillo, solo una negrura profunda. Sentí miedo, pero me forcé a tranquilizarme. Aquello debía ser una tontería mía; seguro que era el efecto del trabajo, mezclado con aquella noche fantasmal. Dicen que no hay nada más poderoso que la mente. No sabría concluir si eso es verdad o no, lo que sí puedo dictaminar es que cuando la cabeza se pone en funcionamiento uno se vuelve esclavo de sus designios. Sin duda los dioses habitan el cerebro. Mi cabeza podría haber sido el Olimpo, pero terminó siendo el Hades, porque, después de ver aquellos ojos carentes de luz, solo veía muertos por todas partes. No esperé a escuchar la respuesta del muchacho de la manzana, me di media vuelta y me dirigí en dirección hacia mi casa. Ya no quería seguir mi paseo nocturno. Quería solo escapar de las garras de las sombras, escapar de lo que estaba estimulando mi imaginación. Halloween es la noche de la imaginación. Por el camino me crucé con todo tipo de criaturas. ¡Eran tan reales! El maquillaje hace milagros; es la magia que desapareció. Hace cosas que nada más puede hacer. Metamorfosea a quien conoce la ejecución de sus polvos mágicos y el conjuro de su correcta aplicación. 

Aquella noche vi muertos. Eran muertos de verdad, recién salidos de la tumba, tenían barro en las articulaciones y los huesos chirriaban como las bisagras de una puerta de castillo que no ha sido engrasada durante siglos. 

Al llegar a casa me tomé una tila doble. Necesitaba relajarme. Tenía que terminar aquel dichoso trabajo y dormir, descansar lo antes posible, marcharme al mundo de los sueños, donde podrían desaparecer todas aquellas imágenes de muertos que ahora me perseguían por todas partes. Necesitaba dejar de pensar en aquel niño de la manzana iluminada y el móvil. 

Tras varios intentos logré concentrarme. Tenía el ordenador encendido y justo cuando seleccioné la opción de guardar el documento apareció la manzana. 

La manzana iluminada.

La pantalla se puso negra por completo. Volvió a aparecer la manzana con los ojos triangulares diminutos y la sonrisa etrusca. Noté una presencia detrás de mí. Me giré y ahí estaba. El niño del parque estaba ahí. Se abrió la gabardina y un mar de gusanos se desprendió de su torso. Quise huir. Aquello no podía estar pasando. Y sin embargo pasaba. En un arranque de desesperación, grité, fui a la cocina y, cuchillo en mano, regresé al salón, donde no encontré a nadie más. No había rastro de gusanos ni niño con manzana. Lo único que había allí era mi mac con la pantalla destrozada. 

Los días han discurrido, después de aquella noche, en total normalidad. No sé si aquello fue producto de mi imaginación ni si fui yo mismo quien rompió la pantalla del ordenador. No pude entregar el trabajo. Me he quedado sin ordenador. Y tengo terror a las manzanas. Ahora a veces tengo la sensación de verlas por todos lados. 

Esta mañana sin más en la mesita de noche había una manzana roja podrida. Lo peor de todo es que tenía un gusano. Me estoy obsesionando o no. "Tengo algo aquí."

¿Qué es esto?, grito. 

No sirve de nada gritar cuando tu propia mano se deshace en gusanos, cuando la pesadilla se vuelve realidad.


sábado, 25 de octubre de 2014

La ubicuidad del miedo




Así a bote pronto, Mr. Hyde, solo se me ocurre la fabulosa trilogía de El ciclo de la luna roja de José Antonio Cotrina, cuyo comienzo coincide con la cosecha de Samhein, la noche de halloween. De esta trilogía me sorprendió mucho la capacidad imaginativa del autor y su tremendo poder visual. Podría decir que he estado realmente en ese mundo que describe, inmersa en su oscuridad, mirando la catedral imponente y la llegada de su enorme luna roja. Es fácil imaginar una luna roja cuando has visto un eclipse lunar, como el que tuvimos la oportunidad de ver hace apenas unas semanas. 

Si tuviéramos que regresar a la Edad de las cavernas, puedo vislumbrar el terror que una luna roja y colosal podía provocar en aquellas personas carentes de explicación para tal fenómeno. 


En la novela de Cotrina, más que miedo o pavor, uno siente envidia, porque él ha sido capaz de crear un mundo que más de uno quisiera escribir. Lo que yo tuve fue muchas ganas de saber lo que iba a ocurrir, cómo terminaría todo, cómo su trepidante ritmo marchaba sobre los latidos de mi corazón y me lo estrujaban a cada línea que leía. Pero no es algo que solo haya conseguido en estas novelas, ni mucho menos. Cotrina se supera a cada novela que va publicando. Con la canción secreta del mundo Cotrina te mete de repente en una historia cargada de criaturas fabulosas y únicas que luchan por sobrevivir en un mundo muy complicado, que en gran parte es nuestro propio mundo. Imagínate, por un momento, que no recuerdas nada de tu infancia y que, en un momento dado, todo tu mundo se da la vuelta y debes afrontar una aventura épica para escapar de las garras de tu pasado que surgen, de súbito, de las sombras; las sombras que han poblado todos tus recuerdos olvidados y que, conforme se van despejando, en lugar de luz aparece todo un manto de niebla más oscura y una negrura superior a la del olvido. La protagonista se verá obligada a luchar con su lado maligno y un lado humano que se ha inventado. Es sin dudas una gran novela, una historia repleta de fantasía y terror, incluso de amor. 

Cotrina sería una buena opción para esta semana, si os interesa la fantasía unida a la perversidad y las atrocidades. 

Y hablando de ti, ¿Has leído Hyde de David Lozano Garbala? Haciendo honor a tu propia historia, Mr. Hyde, David escribe una historia entorno a un proyecto de lectura basado en los mensajes subliminales y en una casa alejada de todo, con las excusa de no tener distracciones. ¡Qué poder tiene lo subliminal! Jamás habría pensado que podemos ser tan maleables. En este caso, la lectura terminará siendo lo menos importante y el terror se instalará en el corazón del lector que no sabrá hasta el final quién ha organizado todo y quién es el asesino. Cuando uno mismo es incapaz de saber lo que ha hecho la noche anterior, lo atroz puede colmar todo tu ser. Te recomiendo que la leas, señor Hyde. Una dama como yo tal vez no haya sentido el terror que alguien como tú ha podido padecer, pero yo he conocido el dolor que se padece al ver cómo su hijo se muere en vida, a pesar de su escape literario. Su spleen no lo salvó y yo lo sufrí. Puedo asegurar que el miedo es el sentimiento más terrible que uno puede sentir en sus carnes. Y lo que es aún peor, el miedo está en todas partes.
El miedo está aquí mismo...

viernes, 24 de octubre de 2014

Resurrección

Así es, Mme. Baudelaire, hemos resucitado y hemos elegido la mejor fecha para hacerlo, a las puertas de la noche de Samhain. Durante nuestra ausencia han pasado cosas dignas de la mejor película de terror: El clan Pujol se ha convertido en la familia Adam y mientras todos se han llenado los bolsillos (presuntamente) durante no sé cuántos años, el patriarca reclama su exorbitada paga de jubilación; una enfermedad está minando medio mundo y no le hemos prestado ni la más mínima atención hasta que ha tocado a nuestra puerta y se nos ha colado hasta la cocina; después de todo un estío proclamando fecha de consulta, Cataluña se queda donde está, o eso parece; tenemos nuevo rey proclamado ante el brindis soñador por la República de unos y la celebración por la continuidad monárquica para no remover pasado de otros; el paro baja en el trimestre estival, vaya novedad, y se pondrán banderitas de recuperación económica...; La Pantoja irá a la cárcel si nada lo remedia (eso lo quiero ver yo...); el drama de las pateras y las vallas continúa bañado por una violencia repugnante y mientras unos se juegan la vida, gran parte son devueltos como perros apaleados y todos miramos para otro lado... y otras muchas cosas más que han venido a aderezar nuestra existencia con la consiguiente acumulación de mala leche y bilis. Mi pregunta es: ¿Hasta dónde llegará la capacidad de aguante del ciudadano de a pie?


Pero, siempre hay cosas que nunca cambian, y tal y como tú dices, querida, las lecturas nos vuelven a rescatar en los tiempos muertos resucitando nuestro ánimo y tejiendo ese mundo de sueños para nosotros. Ya abordaremos más adelante las obras que han sido nuestra tabla de salvación en medio del mar de agosto. Me gusta tu propuesta de ir incluyendo algún que otro retazo propio entre esta madeja de letras, aunque nunca fui muy dado al género de terror, haremos el intento. Eso sí, cuando hablas de letras y de terror, no puedo evitar pensar en ese texto que de niño me hacía volver a él una y otra vez para deleitarme en su misterio. Te hablo, querida, de “El monte de las ánimas”, de Bécquer. Aún hoy, cuando vuelvo a mi pequeña edición de la infancia de Rimas y Leyendas, siento la misma sensación que entonces y me invade una nostalgia indescriptible. Por lo que éramos, por lo que somos, por lo que hemos cambiado y en lo que nos hemos convertido. Una lectura muy recomendable para estas fechas. ¿Cuál es la tuya?

martes, 21 de octubre de 2014

De nuevo

Seguimos vivos. Tras una primavera y un verano de duro trabajo, Mr. Hyde y yo podemos decir que hemos sobrevivido al temporal de turistas y al calor pegajoso de los veranos casi africanos de estas latitudes. Podríamos decir sin equivocarnos que los libros nos han vuelto a salvar. Cuando los glaciares acechan las proas de la vida estresante y agobiante, ahí están siempre nuestros mares plagados de letras y los intensos oleajes de poesía para darnos el impulso que nos permite esquivar todas las dificultades.

¿Qué piensas, Mr. Hyde?

A lo largo de las próximas semanas retomaremos el rumbo de este espacio y os contaremos nuestras impresiones con respecto a nuestras lecturas veraniegas y os aconsejo que el 31 de este mes toméis mucha tila, porque os auguro una buena dosis de terror. En honor del dios Samheim os regalaremos dos historias propias. Sí, amigos, vamos a introducir también textos nuestros. 

Las puertas de las letras se vuelven a abrir. Mirad bien, algunas de esas letras ya se están fusionando y parecen estar formando siluetas aterradoras. El 31 veremos qué nos narran estas letras corpóreas. 

Un saludo.